Levantaste un templo
de piedras y madera,
donde rezas a un espíritu
que murió hace tiempo.
Intentas traerlo a la vida
temblando en tus venas,
traspasar su mente etérea
te pone la piel de gallina.
Lo amas y sientes quererlo
a pesar de ser un fantasma,
un ente perdido en las sombras
más allá de la orilla de tus mares.
Y no pierdes la esperanza
aquella que te da calores internos,
te dices que si no lo sueltas
todos los recuerdos regresan…