No esperes dulces en mi plato
soy la peste en el camino de tus labios,
el ser que merece su patíbulo
dejar de estar en la propia historia.
Soy el látigo que entra en la carne
con la sal bañada en su cuero,
que no cicatriza y desespera enorme
pero siempre dice verdades.
El palo que pega en hueso
sin festejos y sin avisar antes,
nadie cree poder domesticar
aquello que nació salvaje.
No quieras ser princesa en mi bañera
esa que llena de nada lo limpia todo,
no analices mis palabras sin mi cabeza
porque la locura será tu meta.