Esperaba tus besos
sentado en tu piedra corazón
esa de granito puro
que me enseñaste desde ya.
Marcaste a golpe de palabras
las fronteras entre nosotros
de nada valía tus te amos
cuando las rejas de acero me dormían.
Tus arañazos sobre mi alma
eran las caricias sobre mi piel
aquellas que siempre entendías como tuyas
pero que tanto te costaba regalar.
Y ahora me tienes
vagando en un cuerpo extraño
meditando volver al cosmos o quedarme
necesitando olvidarte puñetera soledad…