No estoy nervioso

Mi mente prosaica

es como la parca de la muerte,

tocada la tecla del piano

que desespera un año más.

Una vida perra

engendrada a pedradas,

rasgos del pan duro

que me he obligado a comer.

Aventuras inusuales al mundo

oscuras como la sangre coagulada,

destellos de lo que quise montar

más allá de las lunas de mi Júpiter.

Donde todo pasa de largo

y nadie pregunta el porque,

donde se muere el poeta

y nace la leyenda que no siente…

Lamento

No veas la peña

cuando te ve muerto

crean un templo

y te tapan.

Oscurecen tus ojos

y te cuesta la vida

perfilar un rayo de sol

que te caliente la espalda.

Te ponen una skin

y te imaginas que te arreglan

te actualizan en el subsuelo

para la eternidad.

Y esperas una grieta

que te oxigene el cuerpo

pero es más fácil ir la guerra

que buscar una en un mapa.

Con razón

Es determinante cabecear

cuando suena el piano negro

y mantener el ritmo continuo

que marcan tus caderas.

En un baile gris difuminado

me pego al contorno de tu cuerpo

seduciendo los pasos marcados

de la canción del piano del diablo.

Terminando y perdonando

el lascivo seductor aroma de tu ser

cuando vuelan los puñales

de mi lengua sobre tu cuello.

Que corra el aire y la muerte

en la danza macabra de nuestros corazones

por alusiones a unas vidas

que están en todos los fregados…

Leyendas muertas

En la rama del manzano

se partían los cráneos al correr

todos aquellos que no sabían luchar

y morían antes del amanecer.

La noche se hacía enemiga

de todos los que sin armas no se valían

y es que apretar un cuello no es fácil

si te atraviesan las espadas.

Por eso no todos eran guerreros

y preferían la tinta y el papel

para contar todo sobre sus muertes

antes del anochecer.

El final era para todos

no se hacían distinciones gratuitas

los que llegaban de los últimos

ya formaban parte de la leyenda.