Mi mente prosaica
es como la parca de la muerte,
tocada la tecla del piano
que desespera un año más.
Una vida perra
engendrada a pedradas,
rasgos del pan duro
que me he obligado a comer.
Aventuras inusuales al mundo
oscuras como la sangre coagulada,
destellos de lo que quise montar
más allá de las lunas de mi Júpiter.
Donde todo pasa de largo
y nadie pregunta el porque,
donde se muere el poeta
y nace la leyenda que no siente…
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