Entre las sombras del alma se ocultan, las lágrimas verdaderas, silenciosas, testigos mudos de historias ocultas, suspiros del corazón que se desposan.
Caen, gotas líquidas de la emoción, perlas cristalinas que el rostro surcan, reflejos de un sentir en plena expansión, donde los sentimientos se pronuncian.
Son lágrimas sinceras, no impostadas, que brotan del abismo de la tristeza, pinceladas del dolor enmarcadas, testigos íntimos de la fortaleza.
En cada una, una historia se dibuja, un eco de momentos que se esconden, melodías del alma, notas que fluctúan, recuerdos que al vacío se responden.
Son lágrimas que nutren el corazón, limpiando el alma de penas y pesares, desnudando el ser en su expresión, sanando heridas, curando los males.
No son lágrimas de miedo o de engaño, ni lágrimas vanas de falsa emoción, son el fluir auténtico del ser humano, un lenguaje puro que habla con pasión.
Deja que las lágrimas verdaderas fluyan, no temas mostrar tu fragilidad, pues en su cauce, la esencia se diluye, y se encuentra la fuerza en la vulnerabilidad.
Las lágrimas verdaderas son elocuentes, poesía que surge de la profundidad, testigos fieles de momentos hirientes, pero también de amor y felicidad.
Así, en cada lágrima que brote sincera, se encierra una historia, un universo entero, un poema inédito que en silencio espera, ser leído por aquel que sea verdadero.
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