Hoy estuvimos hablando, no lo hacíamos desde hace mucho tiempo. Cuando desaparezco y vuelvo pasan siempre años. Después de todo lo que pasamos juntos en lo bueno y en lo malo, dividir nuestros caminos por un millón de causas nunca debería de ser motivo de desconexión, seguramente culpa mía, siempre fui un mochilero inquieto que no sabía meter las raíces de una vez en una ciudad y quedarse, con el añadido de que tu estabas en la ecuación y nos queríamos mucho. Pero a pesar de seguir moviéndonos hemos madurado aún más.
Hoy con mis miedos a esta enfermedad que me devora, recordaba cuando tú luchabas contra la tuya y puse mi granito de arena, todo salió bien y tu maravillosa sonrisa sigue dando alegrías. Y que me dijeses que siempre me recuerdas y que le hablas a tu pareja de mi, de lo que signifiqué en tu vida me ha llenado de un orgullo tremendo. Hoy los ánimos que yo te di me los has devuelto cuando me dijiste que si mejoraba querías que con mi cámara nos fuésemos de mochileros por la Ruta del Agua, o por el Bosque encantado del árbol de arpa. ¿Te acuerdas de las sesiones de fotos que te hacía?. Me siguen encantando todas, pero de mis preferidas las que te hice en la playa de Lourido con la bajamar, con la Isla de Tambo jugueteando con tu pelo rodeada del Océano Atlántico y su brisa en tu piel, esa piel exótica y de color que tanto me gustaba porque era como una melodía con cada foto que te sacaba. O las que te hice en el monasterio de Lérez encima de aquellas losas con tu pañuelo jugando con el viento, ¡caramba como se nos van los años!.
Hoy me has recordado ese café pendiente, que nos prometimos cuando me fui. La excusa es tomarnos uno pero la verdad es que me gusta verte sonreír, sobre todo cuando hacía una tontería de las mías y me decías con cariño ¡payaaaaso!. Guardo con enorme gratitud todos los buenos momentos porque en circunstancias como las de hoy donde estoy partido por los cuatro costados te levantan la moral y no voy a decir que le tenga miedo a lo que pueda pasar, pues eso no lo controlo yo, para eso está quién está y bastante la puñeta me ha hecho a lo largo de mi vida. Ninguno puede manejar su destino por mucha experiencia que tenga o por mucho que viviese.
Hoy me confesaste que tiempo atrás al encontrarte con nuestros recuerdos conjuntos soltaste un par de lágrimas al recordar lo que vivimos. Créeme que cuando tu cuerpo ya no obedece a tu cerebro el tener la lucidez de que esos recuerdos están ahí son una bendición porque puedo aguantar el dolor físico y que mi ventana sea lo único que me asoma al mundo junto una conexión de Internet, pero si en esta materia gris que me queda le sigue llegando oxígeno nunca me olvidare de ti.
Gracias amiga.
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