Trío de amigos

Había una vez, en Arcade, tres amigos que siempre se reunían en Talo río para charlar y tomar el sol de la tarde. Uno era calvo, el otro era gordo y el tercero no tenía dientes.

Un día, mientras se encontraban en la alameda, el calvo comenzó a hablar sobre lo difícil que era ser calvo y que no podía encontrar la manera de cubrir su cabeza. El gordo lo escuchaba con atención, mientras mordisqueaba una bolsa de patatas fritas, y el hombre sin dientes trataba de asentir con la cabeza, sin mucho éxito.

De repente, un extraño personaje apareció en la alameda. Era un hombre alto y delgado, con un sombrero de copa y un bastón. Se acercó a los amigos y les preguntó por qué estaban tan preocupados. El calvo le explicó su problema, y el hombre le dio un sombrero muy elegante para que lo usara.

El gordo, emocionado por el regalo que había recibido su amigo, comenzó a saltar y a aplaudir. Pero en medio de su alegría, perdió el equilibrio y cayó al suelo. El hombre sin dientes se apresuró a ayudarlo a levantarse, pero cuando lo hizo, notó que el gordo había dejado su bolsa de patatas fritas en el suelo. Antes de que pudiera decir algo, un perro callejero se acercó y comenzó a comérselas.

El hombre sin dientes, conmovido por la pérdida de las patatas fritas de su amigo, decidió que debían hacer algo para recuperarlas. Así que los cuatro amigos comenzaron a correr detrás del perro, que se había escapado con la bolsa en la boca.

Después de una larga carrera, lograron recuperar las patatas fritas, y se sentaron en un banco a descansar y a comerlas juntos. Allí, el calvo se puso su sombrero nuevo, el gordo se tomó un respiro y el hombre sin dientes sonrió mientras masticaba las patatas fritas.

Y así, los tres amigos aprendieron que aunque cada uno tenía sus propios problemas y preocupaciones, juntos podían superarlos y disfrutar de la vida. Y desde entonces, continuaron reuniéndose en la alameda para charlar y tomar el sol de la tarde, siempre recordando aquella aventura en la que recuperaron las patatas fritas del gordo.

Calcetín

Un calcetín solitario,

en el cajón abandonado,

busca a su compañero

pero no es encontrado.

Su color desvanecido

su tejido desgastado,

cuenta la historia de su vida

de un pie que ha acompañado.

Un día feliz y contento

se puso junto a su amigo,

pero algo pasó después

y ahora está sin abrigo.

Quizás se cayó en la calle

o se perdió en la lavadora,

pero lo cierto es que hoy

el calcetín llora y añora.

Su hogar ya no es completo

le falta su media mitad,

pero mientras exista la esperanza

su soledad no será tan fatal.

Así que sigue esperando

en el cajón oscuro y frío,

por el momento en que su amigo

vuelva a su lado con cariño.

Mis pelos de la nariz

Oh pelos de la nariz, tan humildes y pequeños,

siempre ahí, en silencio, cumpliendo su función.

Guardianes del aire, que entra por mis fosas,

filtrando impurezas, y protegiendo mi salud.

Nunca se quejan, ni piden atención,

solo cumplen su tarea, con discreción y precisión.

A veces son molestos, cuando crecen sin control,

pero con un simple gesto, se pueden cortar sin dolor.

Oh pelos de la nariz, a menudo ignorados,

merecéis una oda, por vuestro trabajo callado.

Así que aquí estoy, reconociendo vuestro valor,

porque sin vosotros, mi respiración no sería mejor.

¡Salve pelos de la nariz!, que nunca descansáis,

siempre protegiendo, mi salud y mi bienestar.