Categoría: TEXTO
Una mañana de Domingo, creo.
Descubrí la fragilidad de mi edad cuando al mirarte a los ojos me di cuenta de que no llegaría nunca a verte ni a sentirte, no por lo menos en esta vida. Y entre escalofríos y pesares me senté en una roca y desafié a los elementos a golpearme. A romperme contra las cuchillas de los mejillones de la piedra, a levantarme en la ola y dejarme caer contra la profundidad en la que mi mente me sumerge cuando el abismo esta cerca de mi.
Mis ojos no dejan de humedecerse, el dolor corrompe todos mis órganos y mis sentidos se debilitan, casi sin querer cesan los murmullos, las voces, el tacto del presente en eso que llamamos día a día. Y piensas en todo aquello que has dejado a la buena voluntad de los humanos pensando que te salvarían pero al final lo sabes, estás más solo que nunca y te morirás como una hoja marchitándose en el campo, desprendida de todo, sin valor para nadie, volviendo a la tierra.
Me gustaría poder dar unas últimas pinceladas, acabar un cuadro donde la imagen en el y por el no sea otra que mi propia vida, sabiendo lo que quiero, desapareciendo el dolor que me mata. Protagonista del color donde toda la paleta de los mismos sean parte fija y continua de mi organismo corrompido por la enfermedad mas desgastante, la soledad, desgarrado.
Silbo.