Caminar en el miedo

El miedo es la injuria del pensamiento para nuestros recuerdos más profundos, un clavo ardiente en el nudo de un tronco muerto, un vagón de luces falto de aprendices y enseñanzas. Como cada temblor entre el pánico y la locura violando la tregua de las palabras, como una droga de la que no puedes liberarte.
Miedo si o miedo también cada porción de él es un territorio marcado por los impulsos no deseados, una corazonada en un reloj de arena, despropósito de un ciclo de vida en un callejón sin salida. Una muerte súbita, un miedo común, vagabunda rueda de molino desafiante en un lecho seco, una parada vacía en un receptor lleno de mentiras, sin palabras.
Tu miedo es el mio, tuyo o suyo entre espinas y alambres oxidados por la saliva perecedera de sermones vacíos, de espejos rotos calibrados por la tensión de un deseo abierto al daño, a las pupilas dilatadas, a la salud mental de hojas secas crujiendo entre las manos, sin preocupaciones, disfrutando del remordimiento y de los miedos encadenados a nuestras vivencias, sin llanto.

Estaba convencido de que era hoy

Ayer me acosté con la sensación de tener una paz inmensa dentro de mi. Muy pocas veces encontré mi mente en consonancia con mis pensamientos y me dije a mi mismo que seria un buen momento para morirme. Recostado abrazando a mi almohada iba notando como los parpados me pesaban y que la gratitud a todos estos años duros y desafiantes ya carecían de sentido alguno. Un calor me tenía atrapado desde mi corazón.

La sensación de despedida era tremendamente real y no tenía miedo, incluso pude deducir que me sentía feliz, sin tristeza, total ya nada queda aquí para mi salvo los recuerdos que se tatúan en mi con tanta fuerza que hay días que mejor sería no despertar, tanto daño, tanto dolor, tanto sufrimiento en la cueva de mi ilusión, donde poca luz trabaja las sonrisas, todo se convierte en un ataúd.

Todas esas fases que sentía antes de sumirme en un sueño extraño, donde aparecieron muchas de las cosas que marcaron mi vida, casi me hace creer que estaba camino de otra vida, dejando ver aquello que un día me hizo feliz pero abres los ojos y miras las luces del cielo brillando como tantas otras mañanas, notas el cansancio en los músculos, como el pecho se te oprime y no puedes respirar. Te reincorporas ves que todo sigue igual y vuelves a la monotonía de la soledad, ese castigo que no me deja morirme, no de momento, quizás quiera que pida perdón por existir.