Caminar en el miedo

El miedo es la injuria del pensamiento para nuestros recuerdos más profundos, un clavo ardiente en el nudo de un tronco muerto, un vagón de luces falto de aprendices y enseñanzas. Como cada temblor entre el pánico y la locura violando la tregua de las palabras, como una droga de la que no puedes liberarte.
Miedo si o miedo también cada porción de él es un territorio marcado por los impulsos no deseados, una corazonada en un reloj de arena, despropósito de un ciclo de vida en un callejón sin salida. Una muerte súbita, un miedo común, vagabunda rueda de molino desafiante en un lecho seco, una parada vacía en un receptor lleno de mentiras, sin palabras.
Tu miedo es el mio, tuyo o suyo entre espinas y alambres oxidados por la saliva perecedera de sermones vacíos, de espejos rotos calibrados por la tensión de un deseo abierto al daño, a las pupilas dilatadas, a la salud mental de hojas secas crujiendo entre las manos, sin preocupaciones, disfrutando del remordimiento y de los miedos encadenados a nuestras vivencias, sin llanto.

Locura total

Tengo necesidad de ti

sentirte muy adentro

alargando tus manos

a mis espacios.

Tratando de jugar

a las bendiciones mutuas

salpicándonos el agua

de aquellas viejas mareas.

Repitiéndome lo mucho

que me faltas

las noches de estrellas

esperando caprichosos suspiros.

Y volver a sonreírte

mientras gritas mi nombre

mirándonos en el sol

nuestros cuerpos desnudos.

Haciendo nuestros los orgasmos

en los cubos de basura

de los pendejos saliendo del trabajo

para disgusto de la luna.

Prometiendo en tus gafas

mientras nos duchamos

que la única revolución posible

es aquella cuando me metes mano…

No te olvides de mi

Eres el cuerno de la abundancia, tolerante y que siempre es puntual. Bien vestida, a la última y marcando tendencias para que te hagan los honores. Por ti no pasan las arrugas, no marcan los gallos las trincheras desprotegidas, tan bella y soltera. Sin los complejos de una humanidad ciega e inconsistente, no cometes errores ni nadie te muerde los pezones, entre las temperaturas del averno y el cielo estrellado, cantadora de sus propias historias, musculo en perfecta progresión, colmillos.

Eres un coño agresivo cuando te molestan en tu melodía, de guadaña y lamento, de conjuros y queimadas, no te vayan a desproteger, enzarzada en cruces de caminos con corales y perlas, en habitaciones asépticas, en burdeles de papel, uñas afiladas en cada mano esperando corazones dejando de latir, buscándome a mi.

Y si al fin me llevas, que sepas, que vengare mi locura entre tu mirada perdida y el olor a mierda que te rodea cada vez que no dices nada, que levantas el hueso de tu yugo hacia todos nosotros, que bajas el martillo esperando el olor a pólvora…

Eres un viejo disco de vinilo que al revés solo sabe decir “no te olvides de mi”.

Cosas que jamás perdonaras

Abrió la ventana y le tiro todas sus cosas.
¡Te odio!
Toda la ropa en caída libre, libros, sus cds de colección, la play, una cajetilla de tabaco, una macetilla con un cactus y un hamster con su jaula.
¡No vuelvas nunca más!
El chico desbordado en la calle le gritaba que le diese otra oportunidad, que no era su culpa que no quería hacerlo, que no lo repetiría nunca más, que la amaba con locura, que no podía hacerlo eso.
Ella le gritaba ¡no te quiero ver delante desgraciado, ¿como has podido hacerlo?.
Sollozando y de rodillas el chico rogándole solo pudo decirle una última cosa antes de que ella cerrase la ventana y desapareciese en su interior:

“¡amor mio perdóname, no volveré a hacer mal una tortilla de patatas, lo siento!.