La brisa sopla suave en el campo
y los pájaros cantan con alegría,
mas el silencio acalla el canto
cuando los herbicidas hacen su magia.
Las plantas sufren el impacto
y mueren lentamente en el suelo,
el veneno se esparce sin tacto
y el ecosistema pierde su consuelo.
Las aves y los insectos sufren
y los animales pierden su hogar,
las personas también se ven afectadas
y la salud se empieza a deteriorar.
El aire se vuelve pesado
y el agua se torna turbia y gris,
los herbicidas han dejado su legado
y envenenan lo que alguna vez fue feliz.
Ya no hay vida en el campo
y el paisaje se ha vuelto sombrío,
los herbicidas han dejado su mando
y la naturaleza sufre su desafío.
Las personas miran el campo
y el corazón se llena de tristeza,
los herbicidas han dejado su marca
y el efecto se siente con firmeza.
Es tiempo de cuidar la tierra
y protegerla con amor y cariño,
dejar los herbicidas en la guerra
y darle a la naturaleza su destino.