En un río gallego, de agua fresca y clara,
se escucha el sonido de una caña al lanzar,
el sol brilla alto en un día de verano,
mientras un pescador busca truchas al pasar.
Con paciencia y habilidad, lance tras lance,
el anzuelo va, una mosca artificial,
en el agua caerá, y un pez curioso, pronto picará.
La línea se tensa, la pelea comienza,
el pescador lucha, la trucha salta,
la adrenalina aumenta, la emoción se siente,
y el río es testigo de esta lucha constante.
El pescador gana, la trucha es suya,
un momento de alegría, una recompensa merecida,
y aunque la pesca es solo un juego,
el río nos enseña la belleza de la vida.
Así es la pesca con mosca en un río gallego,
una experiencia única, un momento de paz,
un encuentro con la naturaleza,
que nos enseña que la vida es más que solo el azar.
Los ríos gallegos con su trasparencia y su música se prestan al poema. Mira Rosalía.
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Cierto, un abrazo.
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Los ríos leoneses siempre los conocí llenos de truchas y pescadores que utilizan un cebo hecho con las plumas de un gallo muy especial que se cría en La Vecilla. A mí nunca me dio por la pesca, pero sí por las truchas… en el plato. Un abrazo.
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Es un pasatiempo que relaja muchísimo, un abrazo.
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