El dolor crónico de huesos es una carga difícil de llevar,
un tormento que no cesa y que no deja descansar.
Es una lucha diaria que consume la energía,
un enemigo invisible que no da tregua ni respiro.
Los huesos gritan en silencio, pidiendo un poco de alivio,
mientras el cuerpo se deshace, minado por el sufrimiento.
El dolor es como una sombra que nunca te abandona,
un peso que te arrastra y te sumerge en la oscuridad.
Las noches se hacen largas, interminables e infinitas,
y el insomnio se convierte en el compañero fiel de la angustia.
El cansancio es incesante, el cuerpo está exhausto,
y la mente lucha por mantenerse en pie, por no desfallecer.
No hay que olvidar que el dolor es una confirmación de mi existencia, me duele, por lo tanto, existo…
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