El síndrome maligno
de desconfiar de las personas
son como viejos cómics
quemándose en la hoguera.
En la agenda perpetua
de los poetas oscuros mandan
aquellas locuras protegidas
sin derechos de autor.
De los recuerdos imperecederos
que no dejan espinas
todo lo que se puede llevar
se escribe en papel de regalo.