Esperando un milagro
puedo hablar de lo que quiera
como si todo lo demás
no tuviera mayor importancia.
Si me duele la cabeza
no pienso en llamar a la suerte
porque si hay que celebrar algo
mejor me pille descansado.
Y aunque ya vale la broma
de todas aquellas cosas que deseamos
los milagros y la suerte
nos acaba siempre empeñando.
Así que mejor nos quedamos
tal y como estamos ahora
porque para esperar lo inesperado
hay un martillo para un clavo.