Sostengo mi mundo con una mano
esperando ver como florecen las orquídeas
dejando mis besos y abrazos entregados
a esa alma que me ha salvado.
Con la otra sostengo los pensamientos
de todas las obras que he culminado
desde los primeros recuerdos más queridos
hasta aquellos viajes más largos.
De todas las demás tareas
es mi corazón quien se encarga
ese motor al que le estoy agradecido
incluso cuando mis ojos están cerrados.