Tiraste la mitad del bocadillo a la papelera, ya estabas llena, ya no necesitabas más. Te limpiaste la boca y te sentaste esperando a que llegara el autobús. Un chico de más o menos tu edad se acerca a la papelera coge los restos que tiraste y se los lleva a la boca con ansia, con desesperación y en dos bocados lo hace desaparecer en sus carrillos llenos. Te quedaste impresionada por la imagen que estabas viendo, no estabas acostumbrada a esas penurias, a esa pobreza extrema. Tu mundo era todo lo contrario a salvaje, eras de culo fino, de cuna estable en una sociedad revuelta.
Te fuiste para casa con la secuencia dando vueltas en tu mente, la impresión que te causo descentro tu agenda olvidándote de la hora con tu esteticista, estabas volada y llamaste a tus amigas mas cercanas para contarles alarmada lo que te había pasado. Parecía un clan de marujas en un estado de nervios en ebullición, lo más “oink” de lo que habían hablado en toda la semana. Con sus tonterías de “yo nunca comería de la basura”…
Una semana después tras su sesión de yoga en el Center y de pillarse como costumbre su bocadillo en el local de moda se fue para la parada. Casi no había tocado el bocata como si empezara a sentirse culpable por comérselo en la calle, como si se sintiese obligada a dejar algo en la basura que no fuese solo el envoltorio vacío. Se lo guardo en la mochila y se lo llevo para casa. A la semana siguiente olvidada o despistada de lo que había echo la jornada anterior si tiro la mitad del bocadillo a la papelera, como un bucle, cuando reacciono se quedo parada ante la basura y se le paso por la cabeza meter la mano coger el trozo y guardarlo en la mochila. Tras una pausa se atreve lo agarra y se lo guarda.
Una señora que pasaba por allí al verla saco su cartera le dio un par de dolares y le dijo: “compra algo caliente y limpio”. Se puso colorada, la humillación que estaba sintiendo en sus adentros era superior a sus fuerzas y cuando estaba a punto de explotar a llorar escucho en la acera de en frente suya a un chico reírse a carcajadas.
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¿de que te ríes, me puedes decir de que te ríes?
El chico que dos semanas antes recogía los restos de su bocadillo le contesta.
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Señorita la avaricia se responde a si misma, lo que para ti no quieras no se lo niegues a los demás y la vida le ha dado una lección, nunca sabrá cuando alguien la vera como yo…
El pobre joven no podía parar de reír, la niña de ropa cara, de gustos refinados agacho la cabeza y se subió al autobús.