El camino de cristales rotos
no necesita ayuda de nadie,
para dejar un respiro de huella
o un recuerdo inolvidable.
Estarán contentos los que dejan
que la paz se vaya por su nuevo rastro,
donde en la nada no se habla
de las curiosidades de la vida.
Con las durezas de los pies
no se cortan ni sangran ni quedan luego,
los cristales que como cuchillas aprenden
de turnarse en el trabajo sucio.
Y llegar hasta aquí
como si fuese una última cena,
no aprende de los gritos ni escusas
tan sólo deja ver el cuerpo.