Mi mente destrozada
en el camino de cuchillas y cristales
degollada el alma a raudales
por la pena más embargada.
Ya no puedo gritar ni quiero
en medio de la calle más solitaria
parezco un huérfano del sentimiento
un paria que no tiene donde caerse muerto.
Mis versos más oscuros me llaman
a esa crónica de mi corazón en llamas
pero no quiero parecer un santo
a veces también me castigaba con ganas.
Y en mi lucha eterna entre mi yo y mi mente
de esas peleas a navaja de barrio pobre
soy consecuente de que me derrota
todo aquello que me hiere.