Me saltan las cascarillas de los ojos cargados y las bolsas que de ellos cuelgan, ese insomnio brutal que me despedaza desde el ombligo y hace temblar los dedos gordos de mis pies. El gotero incesante del reloj torturando mis oídos con el paso de cada segundo, como flechas ardientes que se clavan en los poros de mi piel.
Pasando los días, las semanas y los meses suspirando por algo más que un par de horas, de aposentar el culo en un colchón de doble cuerpo dando más vueltas que una noria. Dándole vueltas a la cabeza, al cerebro como un batido buscando esos ronquidos aleatorios que me devuelvan a la cordura.
Busco el sueño como un conquistador.