Tantas mañanas en la cumbre
de tu corazón con aroma a café
que me he olvidado el azúcar
con tanta nieve alrededor.
Y es que el frío del amanecer
refresca la memoria más lejana
y consigues traer de vuelta
todos los deseos del alma.
Los deseos más confesables
son aquellos que parte de uno mismo
que sin dejar de tenerlos presentes
no dependen de quién los quiere.
Por eso el café de las mañanas
son como un catalizador de lo inconfesable
allá donde todo es posible y cierto
donde tu siempre me despiertas con besos.