Después de veinte años
encontré un pelo tuyo en mi cama
saludándome mi asombro
desconcertando mi alma.
Lo tomé con cariño
sabiendo de su fragilidad
acariciándolo suavemente
sin romper a llorar.
Los olí por un momento
sin dura era tu aroma
el de las flores en primavera
brotando de tu corazón.
Lo recibí como una señal
de esas que muy pocas otorgan
un presente de los dioses
un regalo de tus labios…