Lamo mis heridas
como buen perro pastor
ante el ataque continuo
de los lobos malditos.
Y me mantengo en pie
contra viento y marea
a pesar de que me fallan las fuerzas
de tanto mordisco.
Con la rabia y el ensañamiento
cada vez que salgo de casa
me esperan y tienden emboscada
me rompen siempre la cara.
Pero un día pasará
que de tanto venir los lobos
un día se defiendan los corderos
y tengamos otro menú en la cena.
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