Un fino hilo de sangre
se convirtió en un océano
allá donde se pierde la memoria
y ya no cunden los besos.
De olas de glóbulos rojos
e islas como plaquetas
de náufragos como bacterias
de amores como la peste.
Allí donde hierve el furor
del sadismo y la buenaventura
donde te sacan los ojos
por decir unas cuantas verdades.
Donde los pensamientos
son latidos secos aborrecidos
y el aliento de vida es tan vago
que abrir una puerta te mata.
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