Escalé la cresta de Karanda
allí donde viven las Arpías,
moviendo sus alas despiadadas
cuidando de sus nidos.
Desde allí se ve el valle
donde divisé el pueblo de Florin,
por donde tantas veces he pasado
buscando el Océano de Margoria.
Caminando a la aventura
después de dejar mi pequeño hogar,
de la ciudad que me vio crecer
de las calles que nunca olvidare de Calpheon.
De la mano de mi amada
una Lahn rebelde blandiendo su péndulo,
yo un Berserker lleno de cicatrices
en busca juntos de la eternidad.