Ocho metros de intestinos
usaste como soga en mi cuello,
querías hacerme sentir placer
ahogando mis penas.
Apretando a dos manos
te sentías la reina del mambo,
tu sonrisa era la única salida
a la presión que en mi ejercías.
Pensando en el juego de la seducción
creí que luego bajarais al pilón,
lo que no me esperaba en tu sadismo
era que me cortases del todo el aliento.
Dejando mis ojos en blanco
mi lengua hinchada de boniato,
me arrancaste la vida gozando
sin al menos usar condón.