Acaban de refrescar las calles, de limpiar las impurezas de un día de agotados pasos, de odios y traiciones, de amor y lujuria, de venganzas y obras buenas, a manguera, a presión, sin la delicadeza de un jardín, de algo bien hecho.
16 grados.
Voy marcando el camino a un zumo, a una lectura rápida a la prensa, a lobotomizarme en los recuerdos de una noche de amor en la playa, de sus carnes prietas, de su lengua en cada poro de mi piel, del gemido del mar, de un donuts, de un café cargado, de las prisas de la vida.
Sentado en una terraza con la cara de tonto por la satisfacción, aún con esas cosquillas de las pulgas marinas sobre mi…
Desayuno.