Las calles malditas
donde creció mi chica,
de locales endiablados
y gentuza con pianos.
Donde se comían los mocos
pesetas de gominolas,
siempre hacían lo mismo
antes de partir piernas.
Y querían cantar
de manera pandillera,
a las más perras
les daban cantinela.
Pero no se preocupaban
sus mundos eran vicio,
pero no perdían el juicio
ni tampoco la cabeza.