Se hacía de noche y no podía dormir, el día había sido tan caluroso que el bochorno lo impregnaba todo, mi cuerpo estaba caliente y salí a pasear, a reencontrarme con los murciélagos que le hacen la competencia a mis ojos pues de carácter nocturno más que diurno son, y lo son porque de noche todo tiene su magia, una pasión distinta, otro color, los grises y los azules se funden para relajarnos y hacernos meditar, en cuanto emprendí el atajo que me llevaba al monte más cercano a mi casa, los ruidos de los hijos de la noche no me daban miedo, al contrario me desafiaba el poder tenerlos cerca, refrescarme de su presencia, volver a tener aquellos recuerdos de mi niñez en la aldea de mis abuelos cuando los lobos bajaban a investigar porque las ovejas tenían lana y su carne era tan apetitosa. Cuando salgo de casa de noche mi percepción de las cosas es distinta, soy otro, vuelvo a nacer.