Te dejas llevar
por la gripe más espesa
la ronquera más agradable
tus manos en mi entrepierna.
Te lanzas como un lanzallamas
como viajero en el tiempo
como saco de carbón devaluado
como un enorme camello.
Te comes a todas las victimas
de los pantalones rotos
de las gotas de lejía sobre negro
de una serie mamporrera.
Te alegras de mis disgustos
de todas las situaciones vividas
de un bocata de queso con membrillo
del apocalipsis.