Las nubes dan paso al descanso, la flor de la piel marchita agranda el deseo de hacer el amor, de consumar el paso de la soledad a la pareja. Como comer sabrosos escorpiones el sexo no lo es todo en un sentimiento de acompañamiento, el ver la cal de la pared cambiada por las pupilas de una dama son merito suficientes para sonreír.
Las gafas graduadas por las décadas se asemejan a el papel cebolla, una lamina que deja paso a una imaginación de enseñar esa cosa que para algunos les rompe el brazo y en otros momentos son como el dragón que tiene un poder infinito. Juguetes del destino.
Pero volviendo a la soledad en el camino que domina el mundo ¿cuánto poder tiene el tacto de otra persona?. Yo sé que daría todo lo que me falta por ese arte tan antiguo de las palabras compartidas, de observar como en el día a día el compromiso y el corazón entregado agradece cada segundo que pasa al lado de un ser caliente y no inanimado.
Que duro puede ser el que uno sea sirviente de la soledad inquebrantable, que una compañera no aparezca como el vuelo de un ave y se pose aceptando al sapo, al viejo fiel que se alimenta de sus recuerdos como en un baile de mascaras porque entre sus paredes ya no deja entrar al viento.