Me llamas por teléfono y me dices si quiero acompañarte a la piscina que no tienes ganas de bajar sola y que prefieres de mi compañía a la de los vecinos, y acepto. La verdad es que no tenia mejor plan para esa tarde y poniéndome el trikini made by forever young me largo por patas hacia tu comunidad.
Te timbro al telefonillo y te digo “ Quilla bajate ya shosho que estoy esperando” y tu con tu lengua viperina me respondes “ahhhhh mala zorra me pongo las chanclas y bajo ve pillando sitio en la piscina que te arrebato allí”.
No soy muy de cotillear y ni de prestar atenciones a las cosas que hacen mis amigas pero cuando la vi venir con ese bañador hawaiano, marcando pezones y dejando salir las abrazaderas laterales como si fueran morcillas de calahorra, me entro el efecto visión periférica y casi me da un golpe de calor.
Pero cuando mis ojos fueron bajando y llegaron a la altura de su monte de venus, de su perla de oro o condenación de los hombres, ¡qué es eso! ¡qué es eso!…….
¡Nooooooooo me lo puedo creer!
Entre la goma del bañador y sus muslos una ingente legión de pelos sobresalía a los lados a sus anchas como si fueran una evasión en toda regla de una cárcel. Me lloraban los ojos sangre coagulada del dolor que me estaba produciendo tan horripilante visión y…. “Quilla no te has depilado corazón que se te ve todo el palmeral”….
Mi amiga mirándome con cara de desprecio me responde: – Estoy en crisis y no me voy a dejar 20 leuros en que me arranquen los pelos para que ningún bodeguero vaya a catar el mejor vino de la carta. –
Y recalca: – ¡Si, como las cavernicolas ¿Y?!
Se me vinieron a la cabeza todas aquellas cosas que me decían del glamour de la mujer, del estilismo, de llevar la belleza tanto por dentro como por fuera, de cuidarse, de de de…
El resto de la tarde sus pelos me agobiaron hasta tal punto que cuando venían a saludarla sus vecinos me hacia la dormida, creo que hasta se acercaban a propósito para saber si lo que tenia ahí abajo era un bañador de mapache muerto, o si era real que llevaba un volcán en expansión.
La próxima no vengo.
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